Y de las lluvias, nuestras viejas amigas las lluvias, se adelantan un poco esta temporada presentándose de una manera bastante contundente, en la forma de la espectacular tromba del sábado. 1,492 menciones en estos días, 30 horas de tiempo aire, y casi todas estas menciones no son de la última semana, sino de los últimos 3 días cuando las lluvias intensas descargan toda su furia en la ciudad de México.
Y los damnificados, pues aparte de los sufridos habitantes de valle de Chalco, que hay que decir que esta vez fueron en número, y según la información disponible, 20 veces menos que el año pasado, es decir, 500 frente a los 20,000 que se reportaban hace casi 365 días. Pero hay más damnificados; en particular uno, que se ha de estar lamentando. Me refiero a la persona del jefe de gobierno del Distrito Federal Marcelo Ebrard, quien antes del sábado era para los medios de comunicación Ebrard el suspirante presidencial, Ebrard el influyente dirigente de una corriente política, ahora es Ebrard el de las inundaciones. Las magnitudes poco importan. 500 o 20,000 damnificados en Chalco, las noticias son las mismas. Y aquí no quiero soslayar los problemas y complicaciones de nuestros conciudadanos afectados, pero hablo de magnitudes aparentes en radio y televisión: Un par de colonias encharcadas y dos pasos a desnivel en el viaducto de la tromba del fin de semana frente a verdaderos cataclismos que esta ciudad ha sufrido en años anteriores; no importa: para la radio y la televisión la magnitud aparente es la misma, y el impacto mediático también.
Así que ahora varios de nuestros políticos, tanto en el ámbito local como federal se encuentran literalmente debatiéndose en la inundación, remando a contracorriente, tratando de sacar el agua de sus espacios de expresión en medios, haciendo esfuerzos por secar y exprimir sus menciones en radio y televisión, y pues reclamándole al Dios Tláloc que haya irrumpido de forma tan inesperada en sus agendas mediáticas.
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